Diario pedir



Cada día es una aventura. Cada viaje, aunque sea en transporte público es una oportunidad para reflexionar y analizar las cosas que pasan a nuestro alrededor.
Hoy siento la cabeza pesada, pasé una mala noche arrullado por la dulce melodía de los zancudos tratando en vano de espantarlos y matarlos, escurriéndose entre el oscuro barniz del ropero. Cada vez que encendía la luz el único sorprendido era yo mismo.

La situación de desempleo se refleja en la cantidad de gente que sube a pedir dinero: el vendedor de chicles, la vendedora de angelitos, el niño que se sube a cantar un medley de 40 segundos de canciones cristianas, los ex pandilleros que ya no quieren seguir en la pandilla aunque si quisieran podrian asaltarnos pero muestran piedad de nuestras almas y bolsillos y solo nos piden una varita para subsistir.

Está el predicador que se sube a condenarnos a todos porque somos unos malditos pecadores. El que se sube a predicar y a orar porque todos lleguemos con bien a nuestros hogares. Hay uno que se sube a predicar y luego vende unas lociones que hace con su esposa en su casa "pero huelen a loción de marca".

Está el señor que cada jueves (que yo sepa) tiene la desdicha de que lo asaltan, y para ajuste de penas es día de pago así que no tiene ni un centavo para llevarle a su familia en petén, y luego le tiembla el labio y se estremece voz, con un falsete digno de cantante de rancheras que es la primera vez que tiene que perder la vergüenza y que nunca le había pasado algo parecido en su vida, apelando a nuestra buena conciencia que le ayudemos para regresar.

Están los cantantes de distintos géneros: el payasito que canta música de Rico Tomar, digo Rigo Tovar, tríos, rancheras, trova (sí, los hay), Roberto Carlos, y un tanatal de etcétera.

A veces quisiera tener los bolsillos llenos de plata y ayudar a cada uno con sus necesidades, hay gente que de verdad genera compasión como los que tienen hijos enfermos, los que ayudan a niños que dejan abandonados, en particular a los ancianos flaquitos y asoleados y a los niños flaquitos y asoleados.

Luego me pongo a pensar que si tuviese los bolsillos llenos de plata lo más probable sería que me compre un carro para no andar en un lugar atestado y sucio como un bus urbano, andaría por rutas alternas para no andar en semáforos donde la gente pide dinero pero también pueden haber asaltantes. Pobreza, ¿Cuál pobreza? Desde mis vidrios polarizados no veo nada, todo pasa veloz y tranquilo con mi música y mi aire acondicionado.

Luego despierto, el niño que cantó las canciones cristianas se va bajando. Hoy no tengo sencillo, tal vez mañana.