Una acuarela luce petrificada
en el fondo de un vaso.
Acabó el festín de pinceles
y atardeceres y se instaló
la misa de ojos, pieles lozanas
y vaginas multicolor.
Dentro de la cueva
hay un espejo que
de tanto reflejar parásitos
en labios con enredaderas falsas,
se ha roto en llanto
mientras un rostro herido enjuaga
su maquillaje de abandono.
Un piano ha soltado sus dedos
de piromanía:
- Ponle la chispa que sólo
te quiero ver arder entre un
rosario y mis ganas de
pedir perdón.
Esto es un mal viaje.
La vileza plástica sin trazo firme
y una ventana privada donde
el aprendiz se gradúa finalmente
mientras roza frentes como
clítoris y se empapa las pupilas
de todos esos sexos.
- Sólo trato de develar el rostro
poético de la Gran Ramera.
- Sólo quiero saber que existen
los hechizos que alguna vez
describiste y no logro encontrar.
La danza de la contemplación y
dejarse ver continúa. Cada día.
Cada vez que presiona el sol
y agita su lengua sedienta y viperina.
Una acuarela luce petrificada
en el fondo de un vaso.
Se desatan cientos de globos
con corazón a doble presión.
El aprendiz extravió los
pincelazos y equivocó las nubes
con abundantes caderas
mientras cabalga sobre una realidad
que llama latidos y no son más
que el eco de todos esos gemidos
saliéndose de su cueva,
con espejo roto, ventana privada
y la musa que pronto le dará la espalda.
- Vete.