Mientras escribe sus ojos se vacían, cada mil sílabas
sucede una lágrima.
Cada imagen acumulada de pesadumbre a través de tiempo
repleto de ausencia.
Un poema se deja leer… anagramas asesinando personajes sin sombra.
El mundo está dentro del destello que sea de su agrado, como un dios que ha
abrazado la mortalidad, sonríe con la ira y el caos de sueños con ojos
abiertos.
Continúa absorto
en papel y tinta. Un respiro de luz, un sorbo de embriagante melancolía… Sí, de
esa melancolía barata que surge en la mediocridad, y solo queda sonreír para
escapar de esos signos que ahogan la existencia en gotas multicolor.
Ha pasado la mañana, la noche, han pasado días… sus ojos
son ventanas abiertas en invierno, dejando pasar la tormenta, dejando todo se
desbarate.
Letras tiradas, imagines descritas con daltonismo existencial.
Ha dejado de escribir.
Se ha ido envuelto en silencio.
No dejó nada, bueno quizás una palabra vagaba en el
ambiente…
nostalgia.
Cerró entonces los ojos…