Tinta, nada y todo

    Tengo el rayón de un lapicero en mi mano izquierda y no recuerdo cómo llegó allí. Sin duda tendría en mi memoria reciente el acontecimiento que provocó tremenda pinta, es como si alguien hubiese dibujado una grieta con mucha lentitud. Por momentos, me parece tener noción de qué ocurrió, pero las imágenes son difusas. En la lejanía de los instantes, percibo un cabello negro, liso y escurridizo, silencioso que se escurre entre mis dedos. Veo sus ojos, avellanados y encendidos, llenos de furia y seguridad. Me reta y huye, pero no es así cómo ocurrieron las cosas, quizá yo mismo tomé la pluma y me provoqué esa herida de tinta en mi mano izquierda; tiene sentido, soy diestro y habría realizado el trazo sin problema, pero no tengo lapiceros ni nada que manche cerca de mí. La tinta en mi mano parece crecer, extenderse por mi antebrazo, trepa hacia mi pecho y de nuevo, la sensación, el perfume, el aroma a alcohol. Mi vecino llegó a mi puerta, tocó con fuerza ¿Lo hizo en realidad o ya estaba en la calle matando hormigas? Sí, eso hacía, como si fuera un niño tomaba el insecticida y lo rociaba contra un hormiguero que había invadido la casa; el vecino dijo deja de tomarme fotos y yo volví hacia él y le dije que no había tomado ninguna foto y quizá lo pensé, pero no se materializó ¿O sí pasó? ¿Qué sucedió con las fotografías? ¿Tomé fotografías? ¿A quién? ¿A tu esposa? No, a mi casa, que deje de tomarle fotos a la casa ¿A su casa? No, hay un malentendido, pensaba que quizá leyó mis pensamientos pues sus ventanas carecen de cortinas y más de algo se podría ver, pero la valentía no me sobra y el tiempo para realizar tal hazaña me escasea, entonces, no he hecho nada y entendí por fin que la confusión alcoholizada de su vista lo inclinó a creer que había fotografiado su vivienda, cuando en realidad, captaba su auto imprudente ocupando una fracción de mi parqueo. Resuelto el misterio y la confusión, volvió a beber en su auto con su reguetón danzante y yo a mi cacería de insectos. Entonces, me fijé, recordé que no tenía nada en mi mano aún, que la pinta no se produjo en ese momento. Ocurrió más tarde, con ella, ¿Con quién? ¿De dónde salió? ¿Hacia dónde va? Es delgada y repleta de misterios, una silueta escurridiza que se escabulle entre mis pensamientos, una diosa de la nada, de mis miserias y de mis mentiras, de mi pasado, de mis huellas y desatinos, un desenfreno que presagia la tragedia de la vida misma. Y recordé, que no fue un lapicero lo que provocó la tinta en mi mano, tampoco un beso, una caricia ni un cabello ni nada que recordara. Es una cicatriz perpetua de mis recuerdos y mis ilusiones que se extiende sin que pueda detener el desliz hacia donde me lleva con su avanzar delirante.