Caleidoscopio (drmc)

Era la salida.

No.

Era un sitio donde
no había entrada.

Olor a troncos y menta.

Olor a tubérculo,
a lágrima de Dios y polvo.

Un olor a pache
y café hervido.

Estaba tu boca
soplando el alba.

Pinceles y brochas
bailaban y celebraban
un amor supremo:

entonces el metal
y el viento,
una barriga de cuero
que esperaba
por los dedos de Neptuno.

Conjugar en pasado,
sin que haya venido el futuro
pero saber que todo es hoy.

En la cabeza tengo
aún la ciudad.

Palabras sin urdir,
líneas que se pierden
en su propio trazo.

Pero veía (y vuelvo)
aquella ventana
que corría el paisaje.

Estar un poquito loco,
estar totalmente loco.


Y me abrazabas (y vuelvo)
y en paredes que eran biombos
vi el tiempo según Kandinsky

“ya ves que te dije”…

La eternidad dura poco,
lo que sea ese poco,
lo que sea que dura el sueño,
lo que sea que dura la muerte.

Una paleta de matices
en movimiento.

Un gato amigo
y conviviente de un perro,
amantes de afilados colmillos.

Los dos gigantes que
observaban desde una pipa de hachís.

Era París, era Bagdad,
era el mundo,
postales desde otra galaxia.

El sol-gira-sol.

Alejandra,
 el calendario pasa,
anochece,
encandila a veces
con lo efímero.

Tus pies que escalan estrellas
ven desde lejos
mi vientre que poco a poco
es una naranja seca.

Endulza con tus alas
el oxígeno que no mata peces
y mueve el plumaje del río.

Un bosque de amaretto
te acolocha los cabellos negros,
huérfana que me llamas madre.

Mi sangre inhala
vino de un caleidoscopio.