Somníferos

La primera luz del día se consume en los ojos de la gente
que de sus escondrijos sale buscando alimentarse 
de la piedad del asfalto y la candidez de la publicidad.

En la azotea de cualquier edificio

una niña muere por amor en su tina de piel,
mientras su madre se corta con lejía
los deseos más impuros del corazón.



Es medio día. Hora de ir al mercado.



Hora del almuerzo y que papá llegue
preguntando qué hay de beber,
pues la vida sigue siendo muy devaluada,
los intereses bancarios ya no son de jazz
ni lavanda, y la bufanda de mi hermana
ahorcó su última sonrisa cuando cerró
la puerta y me dijo adiós.



-¿Por qué ella no abre bien los ojos?-



-Pues así observo con más pasión el mundo.-



-¿Por qué ella no ve nuestros bellos rostros?-



-Ellos caben en 27”, pero no caben en una nube.-



-¿Por qué ella abandona a sus hijos?-



-Así sabré cómo crear puentes amarillos y rojos. –



-¿Por qué ella no usa su inteligencia?-



-Atlantis no emerge en elevadores y no brota en CV’s.-



No digo amor pues brama el mar,
pero lo siento,
como brisa que no esparce las rosas
de la mirada de mi madre,
en su regazo de miel y espinas,
en su hombro de doncella y de reina.



Deletreo mal un te amo,
pues el diccionario tiembla,
pero el pecho se me vuelve tromba
de caballería y las teclas de Rachaminoff
mi corcel.



Así partiré, con la valija llena de dibujos 
con esencia de crayola y marcador,
con la billetera vacía y un extraño origami
hecho con diálogos de teatro y tapitas de cerveza.


-No te preocupes mamita, te mandaré una postal que yo misma pintaré con mis acuarelas nuevas. Nunca olvidaré tu dirección.-