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Llegó de madrugada, sin avisar, como llegan las ideas y los sueños raros. Lo noté cuando la puerta dejó escapar un quejido a plazos de fracciones de segundo. Pude imaginar su sombra arrastrándose entre las rajaduras, trayendo consigo cavernas profundas y mudas. Cuando se detuvo a mi lado supe que venía por mí. Ni siquiera tuve que saludar, o tal vez lo hizo el galopar de mi corazón.