Agua en la almohada, en un charco transparente se formaban y desaparecían círculos perfectos; la poeta tatuada escribía sobre un papel azul; en la mesa un vaso demasiado grande moría de sed.
Ese día se sentía feliz, a pesar de la persistente tos y la fiebre.
El aire que entraba por la ventana traía el olor de la ciudad, olor ocre de basura y gasolina, se acercó al espejo, se vio a los ojos con furia y cortó un trozo de su pelo, lo colocó dentro del vaso y dijo palabras que no entendí, me vio con enojo y ternura.
Sólo puedo decir que vas a rogar por más, me dijo y tiró el papel azul por la ventana.
La noche fue un incendio y con ella la ciudad se iluminó de amarillo y naranja, colores incandescentes.
Ella se desnudó y fingió estar dentro de la foto en blanco y negro que guardo en mi computador.