Altitud… ocho mil quinientos pies.
Velocidad de aire… ciento cuarenta y cinco nudos.
Rumbo… xxx grados nor-noroeste.
Piloto automático… activado.
El piloto se reclinó en su asiento, inclinó la cabeza hacia
atrás fijando la vista en el techo. Quedó un rato así, pensativo, respirando
profundamente. Volaba de noche y sin copiloto, lo que hacía más estresante la
cosa, pero el viento era favorable y no había mucha turbulencia. En teoría solo
tendría que verificar y corregir el rumbo hasta dentro de unos diez minutos,
vio la hora.
Era hora de ejecutar el plan.
Se estiró se inclinó hacia adelante con los brazos
extendidos. Recorrió el timón con las manos y disimuladamente alcanzó un
compartimiento secreto donde hace tiempo había escondido un cuchillo, por si
las moscas. Lo deslizó bajo la manga de su camisa. La Cessna Grand Caravan se
deslizaba por la noche, el motor zumbaba como un gato que ronroneara invitando
al sueño. Pero no era hora de dormir.
Se levantó, era lo más lógico. Estirar las piernas para no
acalambrarse de estar sentado. Se dirigió al compartimiento de carga donde dos
figuras custodiaban unos bultos.
- ¡Paisano! ¿Cómo vamos? – le saludó uno de ellos, el que
estaba más cerca. El otro cabeceaba al
fondo.
- Bien, ya falta poco para aterrizar.
- Excelente, ¿y qué se va a hacer después de esto?
- Ya veremos, por lo pronto trabajar normal un tiempo, ya
después veré si pongo un negocito o algo así.
- Me parece paisano, me parece, ya va a ver: terminamos el
mandado, usted nos aterriza, le damos su platita, dejamos a su familia
tranquila y todos en paz.
El piloto trató de contenerse, esbozó una débil sonrisa. Se acercó
un poco más.
- No es primera vez
que hace esto, ¿o sí?
- Ya lo he hecho antes un par de veces.
- Ah, entonces ya sabe cómo es la onda, sabiendo manejar la
plata se levanta uno, solo hay qu…
No terminó la frase, el piloto se había acercado lo
suficiente, con la mano ocultaba el cuchillo y le lanzó un certero tajo al
cuello, las cosas pasaron muy rápido. El narco perdió el balance sorprendido
por el ataque, por puro instinto se llevó una mano al cuello tratando de cubrir
el corte, cosa del todo punto inútil, la otra mano, también por instinto, al
cinto para tomar la escuadra, el piloto fue más rápido y se abalanzó para quitarle
el arma antes que el otro cayera desangrándose. El del fondo escuchó el
forcejeo, tardó unos segundos en aclarar su mente y darse cuenta de lo que
estaba pasando. Desenfundó, el piloto ya le estaba apuntando, hubo un
intercambio de disparos que ambos fallaron hasta que una bala en la cabeza
hiciera que el segundo se desplomara de forma instantánea, en el calor del
momento y con la adrenalina, el piloto no se dio cuenta que también había
resultado herido hasta que sintió algo húmedo y tibio en el brazo, era su
sangre.
Los bultos que cuidaban eran dos maletines grandes, después
del viaje de ida intercambiaron la droga por el dinero, él calculó que cada uno
tendría unos dos millones.
También, cuando despegaban en el viaje de regreso, el piloto
recibió un mensaje muy significativo de un amigo muy cercano: “familia
rescatada y en lugar seguro”. Seguro los dos se iban a enterar también del
rescate y lo intentarían asesinar ni bien aterrizaran.
Unas balas habían dañado los controles y el motor ya no
zumbaba, perdía altitud rápidamente y sabía que pronto se estrellaría.
Como pudo, arrastró uno de los maletines hacia la compuerta,
abrió y lo lanzó al vacío. “Si no me sirve a mí, que le sirva a otra persona y
haga algo bueno con esto”.
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Yo iba regresando a la casa después de mi turno nocturno,
las calles estaban desiertas y silenciosas.
En eso, un golpe seco rompió el silencio, algo cayó a unos
diez metros de donde yo me encontraba, escuché una especie de zumbido arriba y
a los dos segundos una avioneta se estrellaba en un cerro cercano, levantando
una bola de fuego. Me acerqué al bulto pobremente iluminado por el poste de
alumbrado público, era un maletín, se encendieron algunas luces de las casas en
la calle y las personas empezaron a salir para ver qué había sucedido.
- Marco…
Tomé el maletín como si lo hubiese estado cargando todo el
rato, era pesado, cuando ya estaba cerca de la casa me atreví a abrirlo. Estaba
forrado de dólares. Trataba de disimular, pero el corazón me latía rapidísimo y
sentía como si me fuera a salir del pecho. ¿Así que esto se cayó del avión? ¿Cuánto
habrá aquí? ¿Qué voy a hacer con todo esto?
- Marco…
Me imagino que si me lo gasto todo de un solo se va a ver
mal, tendría que ser poco a poco, además, tengo que cuidarme de que no crean
que estoy lavando dinero, mejor me apuro y voy a la casa y lo pongo todo en un
lugar seguro, consigo una caja fuerte y allí voy…
- ¡Pst! ¡Vos!
- ¿Eh?
- Mano, te estás quedando dormido, pilas, hay que avanzar
con la producción.
- Ah sí, voy.
Regresé a la realidad de mi escritorio, la pantalla de la computadora
frente a mí con un montón de casillas por llenar, faltan cuatro horas para
salir.
Ni modo, toca dejar de soñar despierto y seguir trabajando.