El tiempo es un
detonante.
Búscate en la sangre
tibia de los amantes recientes,
sus ojos irisados de
espejos.
La soledad es un
Estado de sitio.
Sube al estrado de
los sueños incumplidos.
Nadie escapa a la muerte.
Quizás los sabios
conozcan la
disolución del porvenir
en instantes de vida
que se aplazan.
O
reverberan: como las olas.
Desnuda los alfabetos
del odio
con el agua clara en
tus manos, remota piel de hueso.
La noche silba en el
vacío estelar.
La soledad es un Estado
de sitio.
El paraguas baila con
la lluvia, los divanes aglutinan
muchedumbres.
Freud tiene las
ojeras sucias: ante su espejo parlante.
Todo vive para ser
nombrado.
Busca en tu recuerdo
las primeras palabras.
¿A
quién detrás de las ventanas
un grito fantasma
no le advierte un nuevo orden?
Como un piano caído
en el mar
camina contando
uno a uno tus desiertos.
Tu rostro es un mapa
antiguo
para llegar a ti.