A pie en los asfaltos del hombre rojo: crónicas escandinavas

Caminar, ejercicio de iluminación. El escritor uruguayo Eduardo Galeano decía que el horizonte sirve para  seguir  caminando.  Recordando  esa  premisa  me  dispongo  a  dejar  el  miedo  a  lo desconocido y me ubico en una región emocional dentro de mí, que avizora buenas nuevas. Así  pues  camino  con la  lente  de  mis  ojos,  hago  uso  de  mis  capacidades  mecánicas,  y rememoro lo que queda de aquel múltiple archivo de imágenes, sonidos, olores, temperaturas y expresiones culturales de mi viaje por la geografía del hombre rojo.

Escandinavia,  terreno  antiguo  que  viajó  rápido  en  el  tiempo, es  hoy  uno  de  los  sectores terráqueos  con  mayor  desarrollo  humano.  La  gran  casa  nórdica  guarda  en  sí  una  serie interesante de situaciones, que como curiosidades históricas se van instalando en la memoria, formando cristales de idealización a futuro. Por las afueras de la cultura se nota una especie de altivez  en  los escandinavos.  Sin  embargo,  y  esto  se  nota  mucho  en  los  daneses,  por  su conciencia de país pequeño y su idea de sí mismos que “no son mejores que los otros de su tribu”, tienden a ser gente muy “modesta” entre ellos. Es lo que llaman “janteloven” (La ley de Jante), una práctica social tácita que nivela el comportamiento de las personas, es un código de  conducta  y  se  especula  que  es  una normativa  que  ha  estado  en  la  psique  de  los escandinavos desde hace centenares de años. Se dice que los daneses la practican con fervor. Aunque  sus  reglas  son  diez,  quizá  podría  resumirse  con  la idea que nadie “debe pensarse como algo especial”.

He preguntado a algunas personas cómo les afecta la premisa de que no deben sobresalir. Les cuento que leí que por eso la gente se viste similar, como si fueran productos fabricados en serie.  Algunas personas  me  han  confesado  que  es  difícil  recibir  consejos  u  opiniones  de alguien más, puesto que nadie puede decirte qué hacer, y menos si es para hacerte de menos. Creo que al igual que muchos extranjeros no comprendo muy bien los flujos internos de esta normativa, aunque reconozco que ha sido de gran utilidad conocerla para comunicarme mejor con la gente local. No es que lo enseñen directamente en el sistema educativo, pero se siente con fuerza el peso de la práctica de la modestia impuesta, que originalmente fue un ejercicio literario, una sátira elegante elaborada por el autor danés Aksel Sandemose, que fue pensada para un pueblo pequeño,  y luego se proyectó con potencia. A lo mejor porque este fenómeno sí ha viajado durante muchos años en el espíritu y la psique escandinavos.

Hay  gente  que  está  en  contra  e  incluso  he  escuchado  que  en  Noruega se ha hecho ya el funeral del  famoso  “janteloven”, y que hay un lápida deseando que descanse en paz. Otros argumentan que nunca morirá y que es una de las causas de la utopía escandinavia, uno de los pilares fundamentales del trabajo colectivo, puesto que nadie puede y debe sobresalir, ya que de lo contrario se le estigmatizaría como una persona contraria a los ideales escandinavos. Esta  estricta  normativa  de  horizontalidad parte el agua  entre  las  distintas  generaciones  de personas, al grado que hay quienes desean recordar que es una fina sátira, y no un estilo de vida que aplaste a la gente y no le permita sobresalir. Creen que es una prisión espiritual y social.

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Llegué a Dinamarca en el año 2010. Es el país en el que vivo. La capital danesa es la principal ciudad de mi cartografía sentimental adulta en Europa. Copenhague y los amigos en la calle, la memoria del porvenir y la constante voluntad de inventarse una felicidad necesaria. La ternura de la paternidad , la arqueología más antigua de mis tristezas y la oportunidad de  elevaciones sublimes. Aquí he madurado.

Hay  un lugar que me gusta visitar constantemente. Es un cementerio que está en el distrito llamado Nørrebro,  puesto  que  ahí  están  los  restos  de  Hans  Christian  Andersen  y  Søren Kierkegaard. Es una cosa curiosa como <<uno escoge a sus padres>>. Recuerdo que esa idea se la escuché a Borges en una de sus tantas entrevistas, y por supuesto, la tomé como mía. Pienso mucho en esta práctica extraña de visitar un cementerio, pero una vez escogidos los referentes  es  importante  estar  alrededor  de ellos,  aprendiendo  todo  lo  posible.  Una  vez, caminando por este sitio con el escritor guatemalteco Javier Payeras, él me comentaba que le parecía que la literatura de H.C. Andersen había sido infantilizada por la industria norteamericana de caricaturas. La idea me pareció válida y acertada Tampoco creo que sea una literatura infantil. Mi cuento favorito hasta la fecha de H.C. Andersen es “El vestido del rey”, una  crítica  atemporal  sobre  el  poder  en  las  sociedades.  La  verdad  a  mí  me parece  que Andersen es un autor que habitaba en cierta oscuridad, y que sus libros retratan lo puro de la maldad humana al igual que la búsqueda de una nueva esperanza.

Los  campos  santos  en  la  ciudad  sirven  como  parques  de  descanso  para  los  vivos  y  los muertos. En la temporada de verano es un paraíso de cuerpos semidesnudos tomando el sol y quizá recordando algún  aforismo  existencial  de  Kierkegaard.  Es  curioso  como  estos  dos autores están rodeados de la masa más densa de inmigrantes de la ciudad. Pareciera que el destino  le  rinde  tributo  a H.C. Andersen por ser viajero curioso e incansable, cuya literatura busca  a  la  humanidad  entera,  y  a Kierkegaard  por  ser  el  filósofo  más  universal  entre  los daneses y padre de un movimiento aún vivo: “El Existencialismo”. Asumo que esas son solo algunas de las razones por las que les rodea ese multiverso étnico y lingüístico que propone el distrito de
Nørrebro. Puro karma.

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Los inviernos son eternos en Escandinavia. Lo que más complica el ánimo es la falta de luz, por eso la nieve se agradece, porque su blancura hace que se refleje la luz y se vea un poco más claro.  Cuando está  oscuro  es  entonces  el  momento  de  ponerse  en  marcha  y  andar.  La caminata diaria va dejando fantasmas vibratorios y oscilantes, mientras la mirada fija hace un juego de simetría, tratando de recordar el camino para el regreso a casa. Por las calles es muy difícil entablar diálogo o contacto visual con la gente. Es un patrón establecido y es una rutina de culto inmodificable, aunque la gente siempre está atenta a lo que sucede.

Al  pasar  frente  a  una  iglesia  luterana,  la  que  tiene  una  bandera  arcoiris  instalada al frente pienso que, por supuesto, se ha inventado una nueva religión: El Luteranismo Gay. Tenía que suceder  en escandinavia,  en  Dinamarca.  He  ido  a  algunas  fiestas  electrónicas  en   iglesias luteranas, y no hay como ver la cara del cristo crucificado en medio de un show psicodélico de luces  al  ritmo  de  música electrónica.  Es  para  volar.  Supongo  que  esto  de  las  fiestas y las banderas gay ofende a mucha gente, pero la verdad que si cristo estuviera vivo, sería un tipo a la   moda,  como  lo  fue  en  su momento.  Hasta  dicen  que  era  revolucionario.  Una  picardía anacrónica me hace imaginarlo afiliado al partido comunista danés, siendo el hombre de más pulso a la hora de discutir la maldita realidad mundial, tomándose una buena cerveza ecológica de marca Thy.

En  cualquier  caso,  hay  una creciente demanda de nuevas espiritualidades entre la juventud nórdica. Al parecer la idea del cristianismo es muy restrictiva para el cuerpo juvenil y curioso que  compone la generación milenial del norte europeo, y no dudan en escapar de cualquier vínculo con la iglesia tradicional. Da la sensación que la iglesia escandinava será la primera meca gay del mundo y el papa será una bella y exhuberante mulata transexual que baila como reina  en  los   carnavales  del  verano danés.  Esta  tendencia  retuerce  al  mundo  cristiano,  al musulmán y al judío por igual. Es una especie de nueva mística que hace que los puristas se jalen los pelos, mientras bailan samba brasileña.

Yo vengo de Guatemala, viví ahí hasta los 30 años y no puedo evitar ver el mundo desde una perspectiva  centroamericana.  Por  ejemplo,  a  veces  pienso  en  cuál  hubiera  sido  la   relación entre los politeístas vikingos y los politeístas indios de la región del caribe. Ambas culturas eran múltiples en varios  sentidos,  y  ambas  sufrieron  el embate del monoteísmo cristiano. Se me ocurre que, quizás, la mezcolanza entre Vikingos y Mayas hubieras sido muy interesante, no solo  a  nivel  físico,  como  se ven unas maravillas de seres humanos mezclados, sino a nivel organizativo  y  social.  Hoy  en  día  los nórdicos  son,  sin duda alguna, el sueño de desarrollo humano  y  profesional  que  el mundo desarrollado desea para sus habitantes. Los Mayas no tuvieron la misma suerte. Por supuesto que matizando la discusión se encontrarían agujeros negros en las sociedades del norte, pero permitámonos esta hipérbole, y pensemos que sería aquí el cielo prometido si no hubiera tanto frío y si uno no fuera visto raro por no ser blanco, rubio  y   de  ojos  azules.  Aunque  puedo  sentir  que  ese  aspecto  se  va modificando  con  los mestizajes continuos que el mundo experimenta en este siglo de globalización y migraciones masivas.

Købmand de “comerciante" y Havn de "puerto" le dan nombre a  København; el puerto de los mercaderes, la ciudad de las torres, el reino más antiguo de Europa, una ciudad pequeña y hermosa, que con los años se va volviendo más y más diversa, a pesar de los esfuerzos de las   castas poderosas por mantener una idea de blancura y pureza aria. Está claro que esta casa de muñecas se ha ido mezclando al grado que en la calle se escuchan muchos idiomas y la gente  tiene  pieles  de muchos colores. No todos son turistas, son gente de la localidad, que hablan dos o tres idiomas. Es una ciudad rica y con larga historia aún por explorar. A eso me dedico en estos días, a recorrerla y experimentarla con pasión. Después de ver y sentir la urbe es hora de marcharme. Es tarde y ya ha llegado mi bus hacia casa. ¡Me voy!

Autor: Éfrin González Copenhague, noviembre de 2018.