Sirena

 Desde hace tiempo los humanos abandonaron la Tierra buscando planetas habitables. El sol se convirtió en una gigante roja engullendo todo a su alrededor en un evento tan antiguo que casi era una leyenda entre los sobrevivientes que fueron habitando lugar tras lugar.   Asumiendo por supuesto que ya vencieron la barrera de la velocidad de la luz, uso de energía renovable y la cantidad de material y recursos necesarios para crear naves capaces de transportar una gran cantidad de personas. 


El caso es que después de peregrinar de planeta en planeta, después de varias generaciones y poblaciones enteras perdidas y dejadas atrás por hambre, guerra, desastres naturales o simple vejez, unos pocos humanos elegidos encontraron un lugar relativamente estable - pero con algunos misterios - donde asentarse.


Después de mucho viajar, se dieron cuenta que el universo mismo estaba al borde del colapso: Las estrellas empezaron a apagarse, convertidas en enanas blancas, chocando entre sí uniendo sus campos magnéticos apagados para crear agujeros negros o estrellas de neutrones, la posibilidad de planetas cercanos capaces de sostener vida disminuyó hasta que llegaron a la conclusión que no había otro lugar hacia dónde emigrar. Después de heredar tanto conocimiento y tecnología por miles y miles de años, fueron involucionando y decayendo hasta ser simples campesinos en un paraje yermo y salvaje, viviendo una vida simple.


Un grupo de peregrinos se aventuró a explorar una parte raras veces visitada. La geografía del lugar irregular, una tupida vegetación hacía lento el avance, esperaban encontrar un valle donde pudieran asentarse. Ellos eran los pioneros, luego enviarían a alguien que serviría de guía a los que quisieran mudarse.


Encontraron un lugar suficientemente nivelado y despejado como para acampar, extendieron sus tiendas y se acomodaron. prendieron una fogata y comieron frugalmente. Estaban cansados; dejaron la fogata encendida y designaron a uno que se quedaría de guardia por si aparecía algún depredador o algo inesperado. Luego de unas horas se turnaría con otro para poder descansar.


pasaron las horas, el guardia jaló unas ramas para alimentar la llama. La noche sin estrellas se cerraba encima de él y lo abrumaba con su inmensidad, estaba bien abrigado y el calor, la luz de las llamas y el ambiente en general le hacía sentir una cierta pesadez en el corazón. Una nostalgia tal vez, de un lugar que nunca conoció pero al que le habría gustado regresar.


“Sabes que pronto se van a extinguir… ¿verdad?”


¿Había escuchado a alguien hablar o era él mismo pensando en voz alta sin saberlo? Vio a su alrededor, no había nada. La tienda de campaña estaba cerrada y la voz no se parecía a la de ninguno de sus compañeros.


El viento parecía mover las plantas en una forma extraña, no parecía haber nada alrededor… ¿O sí?


“Sabes que el futuro no existe y están resignados a desaparecer. Pasan los días como seres simples y básicos, cumpliendo funciones básicas, dándose un mantenimiento básico hasta morir”.


No eran sus pensamientos, era algo más. ¿Qué era? La voz parecía pacífica, no intentaba hacerle daño, había cierta vibración que lo tranquilizaba, que lo invitaba a contestar.


No supo si habló o pensó una respuesta: “Es cierto, somos animales de costumbres, nuestra paz está en la rutina, en repetir las mismas acciones día con día, ya sea la caza, construir algo, cocinar, porque en algo tan tedioso como la rutina se encuentra la perfección. Estamos aquí en medio de la nada, buscando un lugar nuevo, tenemos esperanza de reproducirnos y ver a nuestras familias crecer, pero al mismo tiempo sabemos que en cualquier momento, hoy o en cien o en mil años, el mismo sol que nos da luz y calor se convertirá en un monstruo que nos va a tragar a todos. ”


Casi de inmediato escuchó a la voz, como un susurro aterciopelado: “¿Y si te dijera que podrías ser eterno, dejar este tedio e incertidumbre, vivir para siempre y ver todo el universo en distintos tiempos y facetas?”


¿Cómo?


-Es muy simple, yo soy un ser eterno, multidimensional. Conozco los agujeros del tiempo, sé de dónde vienes, conozco los mundos de donde vienes, de donde vienen otros seres que no son humanos, pero podríamos decir para acomodarlo en tu lenguaje, que están vivos, que tienen una conciencia. Y puedo hacer eso posible, solo tienes que…


-¿Solo tengo que…?


-Solo tienes que dejarte llevar, venir conmigo, en otras palabras, ser parte de mí. Yo que soy inmortal y atemporal, si me acompañas, te puedo mostrar todos los secretos del universo. Solo abre tu mente. Fusiónate conmigo y serás parte de mí. Otros ya lo han hecho, soy uno y somos muchos. De esa manera puedes conocer otras conciencias, otras memorias, los recuerdos y conocimientos de otras entidades y los de sus antepasados que con cada ser que se fusiona conmigo solo crece más y más.  


Eran unas palabras demasiado tentadoras, cerró los ojos. El deseo de expandir su conocimiento y a sí mismo hasta el infinito era algo demasiado tentador. Así que después de un rato de fantasear cómo sería ser parte de una conciencia y conocimiento colectivo tan vasto que abarcara otras razas y universos, se dio cuenta que la fogata ya no estaba frente a él, que estaba flotando como si estuviera en un espacio sin gravedad, vio unas luces semejantes a luciérnagas que flotaban en círculos a su alrededor, y él mismo era una luz que orbitaba como una galaxia en miniatura alrededor de un universo nuevo. Si la promesa estaba cumplida entonces no importaba nada más. Ya no tenía nada que perder. En un momento las luces se materializaron en un ente alto, profundo, sin figura humana definida pero con una presencia imponente, su cometido estaba cumplido. Podía irse satisfecho...


El segundo guardia no despertó hasta que estaba cerca el amanecer, abrió la tienda y buscó a su compañero pero no encontró ni rastro de él. la fogata era un montón de brasas humeantes. En vano buscaron y lo llamaron por los alrededores. Nunca lo encontraron.


En las aldeas corría el rumor de que en este planeta existían depredadores que utilizaban métodos muy diferentes para cazar que la burda y simple violencia. Tenían poderes telepáticos para embelesar a sus víctimas, algo así como las sirenas mitológicas que encantaban a los marineros con sus cantos hasta que perdían la cordura y se dejaban comer, felices de servir de alimento para los monstruos marinos.