PALABRAS SOBRE LA RETAGUARDIA

 Juan C. Jota

    En un país en el que todo está patas arriba y el arte no tiene pies ni cabeza y los artistas no son la avanzada de nada, situarse voluntariamente en la retaguardia puede que sea la única alternativa sensata de cara al gran vacío que se ha instalado en la vida de cada quien y de la sociedad guatemalteca en su conjunto.

    En ese contexto, el concepto de retaguardia no alude, sin embargo, a los que simplemente se quedan atrás del frente de batalla sino al contingente estratégico que hace posible que exista tal campo de batalla, que exista guerra y que exista resistencia.  Cuando en el frente todo se ha perdido, la fortaleza de la retaguardia logra que las tropas se retiren en orden en vez de huir en vergonzosa desbandada; también logra que se resguarde lo ganado, se renueven las fuerzas casi agotadas de los combatientes y se organice una resistencia inteligente y efectiva desde la cual se puede continuar la guerra.

    En estos momentos en que el gran vacío se ha instalado en la vida de cada quien y de la sociedad guatemalteca en su conjunto, la guerra que se libra tiene que ver con el sentido de la vida, del arte, de la política, la religión, etc., tal como se practica en nuestros días.  De allí que este grupo de artistas, escritores, músicos, actores, artistas visuales, se haya organizado bajo el concepto de retaguardia, aparentemente menos ruidoso, estelar y legendario que el de vanguardia, y desde allí organicen otras maneras de socializar sus creaciones, precisamente en el momento en que las vanguardias y su arte, absorbidas por el mercado, hace ya mucho tiempo que desaparecieron del frente cultural.

    Sin la alharaca conceptual que caracteriza a los contemporáneos, los artistas de La Retaguardia están, de hecho, cambiando la forma de hacer y proyectar el arte que crean colectivamente.  Son verdaderas fusiones de literatura, música, artes visuales, teatro, que se resuelven en un performance colectivo en el cual, en primer lugar, desaparece el concepto de autor.  La fusión de talentos, por otro lado, no tiene dentro de sus propósitos facilitar la gestión de la obra y el inicio de las carreras profesionales de los artistas individuales; es más bien una respuesta estratégica para salvaguardar la sensibilidad artística y humana de un público —y de unos artistas— que ha estado demasiado tiempo expuesto a la cultura global de masas.

    Se trata de un colectivo en formación y también de un arte y unas obras en pleno proceso de gestación.  Lo que presentan al público no son obras acabadas y perfectas sino más bien expresiones en las que el sentido está aún en una fase de germinación: son provocaciones, espectáculos de lo absurdo, del sentido parcial que niega el sentido total de las cosas y los hechos sociales e históricos.

    Me consta que los artistas de La Retaguardia no parten de una ideología que les permita privilegiar unas experiencias sobre otras igualmente posibles.  Al contrario, su punto de partida es una experiencia atroz de la vida, cuya mayor atrocidad consiste en su falta de explicaciones y en su carencia desvergonzada de justificaciones.  Por eso, es al mismo tiempo un arte primitivo y vital, y también un arte de nuestro tiempo.  El uso de la tecnología libra a La Retaguardia de la noción de marginal o de periferia, aunque quizás sea mejor decir que obliga a redefinir estos conceptos que empiezan a ya no decir nada en el contexto de nuestro tiempo y de nuestra sociedad.

    La Retaguardia seguirá creciendo y diversificando sus métodos creativos y sus estrategias de proyección artística.  Allí, en La Retaguardia, está no sólo la resistencia de nuestra cultura sino también el germen de una auténtica vanguardia artística.