Encuentro

 Se encontraron en una banca del parquecito ubicado en el centro de la colonia. La diferencia de ésta con otras ocasiones es que ahora estaban solos los dos sin el alboroto del resto de sus amigos. No es que se hayan puesto de acuerdo. ¿O tal vez sí? Se reconocieron a lo lejos, en la penumbra de las seis y media. Es posible que titubearan un poco entre seguir adelante o regresar cada quien por su lado, sin embargo, algo los impulsó a seguir adelante hasta llegar a la banca. Bruno saludó con un “¿Qué ondas?” Alicia respondió con un “Hola.” y después de dos segundos  “¿Nos sentamos?” A lo que Bruno replicó con un seco “Va”.


Se sentaron lo más juntos posible sin tocarse. A pesar de ser amigos desde que tenían memoria, hablar de muchas cosas y tener confianza, sentían como si fuera la primera vez que estaban solos los dos. No pudieron evitar sentir un ligero escalofrío tanto por el clima como por tomar conciencia de ellos mismos y la posición que ocupaban en ese momento cuando les parecía estar en el centro del universo.


Alicia rompió el silencio: “¿Ya viste la luna?”.


Bruno alzó la mirada. En la noche fresca y nublada de enero, la luna asomaba entre unas nubes delgadas que al adolescente se le antojaron como una cortina que se abría y cerraba a su antojo, a veces rompiéndose a jirones que más parecían manos sosteniendo la bola brillante, dándole un aspecto tenebroso. Habría querido hablar: “¿Sabés? De verdad necesitaba conversar con alguien esta noche, siento que me pesa el cuerpo,los hombros, el pecho. Quisiera hacer tantas cosas y no tengo dónde ni cómo empezar, desde lo que pasó con mi mamá siento que nada tiene sentido, igual a nadie le importa y tengo que cargar con este peso”. Pero las palabras que salieron de su boca fueron “Que bonita” seguida de un “vos, ya no falta mucho para que empiecen las clases”.


Alicia seguía fascinada con la luna. Desde que se enteró que los japoneses veían en los cráteres la imagen de un conejo comiendo un onigiri (una bola de arroz rellena), no dejaba de pensar en ello y no había luna llena en que no apartara aunque fueran unos minutos para ver al conejito. Le distraía un poco de su situación. Ella también quería desahogarse y contarle tantas cosas a Bruno: “Cada día es una lucha en casa, tengo que lidiar con los idiotas de mis hermanos, mi mamá que se la pasa todo el día afuera trabajando y mi papá que solo aparece borracho pidiéndole dinero. 


Se le salió un “Sí vos, que hueva, pasé toda la tarde forrando mis cuadernos”.


Alicia pensó en que le daba igual el colegio, le hacía más ilusión irse lejos, conseguir un trabajo y hacer su vida por su cuenta, “Cuántas veces me han dicho que me largue, que soy un estorbo, una carga, el colegio se ha convertido en un escape y no esperanzas de graduarme, me ven como la mandadera, la que hace el oficio en la casa porque los hombrecitos no pueden levantar ni un plato”.


“¿Ya tenés todos tus útiles? A mí me faltan algunas cosas.”


Los dos suspiraron, sin saber si era por el viento fresco, la noche clara, los problemas que enfrentaban, el deseo de regresar a una infancia ignorante pero feliz o todo junto. Cada uno se dio cuenta de su propio suspiro sin reparar en el ajeno y se sonrojaron de pensar qué pensaría su compañero/a sin que ninguno se enterara.


“Un par de libros, ya veré cómo los consigo”.


 Bruno pensó decir “Ayer caminé hasta el campo de fútbol, el que está hasta arriba del cerro. Ese que los domingos se llena de gente, pero no había nadie jugando, nadie en las gradas dando gritos, ni niños en bicicleta dando vueltas, ni la caseta con la señora que vende panes, aguas y naranjas con pepita y limón. estando ahí solo vi el atardecer y fue la cosa más hermosa que había visto en mi vida, también tuve un sentimiento de soledad y de desolación como nunca sentí en mi vida, y me acordé de vos”. pero le pareció algo demasiado cursi y melancólico y mejor no dijo nada.


“El domingo hay partido, jugamos contra los de la Alameda, ahí te llegas”.


Alicia pensó: “Anoche me quedé despierta hasta tarde con los audífonos escuchando música. Tenía las pistas en aleatorio sin poner mucha atención. En un momento pasado un tiempo sonó una canción que tenía tiempo de no escuchar y me gustaba mucho, era una canción viejita que hablaba de una chica que había muerto y su fantasma se quedaba para cuidar al chico que le gustaba cuando estaba viva y pensé en vos”. Pero le pareció demasiado cursi y fatalista y mejor no dijo nada.


“Veré si puedo, tengo que hacer algunas vueltas”.


Bruno pensó: “Al estar aquí con vos me siento seguro, confiado, te podría  contar cualquier cosa y estoy seguro que no me vas a salir con que son estupideces, a veces quisiera que nos fueramos juntos a otro lugar donde nadie nos conozca, empezar de cero, no será fácil pero con paciencia y trabajando hacemos algo”.


“Va, igual si no te veo en clases”.


Alicia pensó: “¿Sabías que al principio no me gustabas? Pensabas que eras un creído, que te creías mucho para los demás y por eso no le hablabas a cualquiera. Luego me di cuenta que eras más bien tímido y eso me pareció lindo, ahora mismo podría decirte que nos fuéramos de aquí a otro lugar, no importa dónde con tal de escapar de aquí. Un lugar donde nadie nos pueda encontrar. No pido mucho, ya estoy acostumbrada a vivir en la pobreza, con un poco soy feliz. Solo con estar con vos…”


“Sí, fijo”.


Bruno cerró los ojos: “Me quedé solo con mi padrastro, creo que me echa la culpa de lo que le pasó a mi mamá y se desquita conmigo, busca cualquier pretexto para gritar y tirarme lo que encuentre, mientras más duro mejor, dice que más mee vale que encuentre un trabajo o me echa de la casa, da igual, no lo pienso mantener.  No se si me duele más el cuerpo o el alma, extraño a mi mamá, sé que puedo buscar y tal vez encuentre algo mal pagado pero no pienso darle el gusto a él, primero muerto.


“¿Y qué se cuentan en tu casa?”

Alicia cerró los ojos: “Soy la última en comer y apenas me dejan algo de las sobras. Se meten a mi cama, me tocan con sus manos que siento ásperas y sucias. Me amenazan y si no les cumplo me golpean, le quise decir a mi mamá pero solo se rió y me djo que para qué andaba de caliente, quise explicarle que no, que detesto que hagan eso pero ella no me escuchó, no quiso escuchar… por eso ya no quiero, no doy más. Es posible que mañana ya no esté aquí.


“Nada, lo mismo de siempre”.


“No quiero pensar lo peor, esta noche no creo poder dormir, a veces uno tiene que tomar una decisión y me temo que no va a salir nada bueno sea lo que sea que decida. - Aquí la mula o pare o revienta - como dicen, así que mañana ya no estaré aquí, solo quería hablar contigo una última vez”.


Sin que ellos supieran los dos pensaron al mismo tiempo “Si tan solo pudieras leer mi mente, si supieras lo mucho que te necesito, que sos la única persona con quien puedo hablar tranquilamente, que me gustas desde hace tiempo pero nunca me atreví a decírtelo, pero ya es tarde. Mañana me iré, me voy en fuga, tal vez nunca nos volvamos a ver ”.


Pero solo atinaron a decir “¿Nos vemos mañana? "


Sí, nos vemos mañana.