Del presente aletargado


El hombre vive en riesgo permanente
de deshumanizarse.
Ortega y Gasset

Decepción. Quizás sea la palabra más acertada para describir esta época. En medio de una cultura violenta y de miedo que nos rodea, y en la falsedad de la sociedad que lentamente seguimos denigrando, es difícil pensar en un futuro brillante, como el que nuestros padres tal vez soñaron para nosotros. Por mi parte, he de reconocer que mi generación es el principio del cambio, el principio de la violencia callejera, de la extremada corrupción de los estudiantes, de la irresponsabilidad en el trabajo; el principio de la búsqueda del menor esfuerzo, de querer vivir únicamente en el presente, de la adolescencia prolongada, de la sexualidad más libre, de las relaciones abiertas; el principio de la irreverencia, de la libertad de expresión, de la impaciencia y de una sociedad individualista; el principio de la inconsciencia, del desencanto y el hastío.
Recibimos un futuro en decadencia, sin ánimos de querer levantarlo, la revolución ya no es nuestra porque tenemos mejores cosas que hacer, y morir por la justicia y la libertad de nuestro país no está en nuestras prioridades, dejamos de creer en los líderes, de respetar la religión y los ideales, conocemos nuestra historia y es obvio que no vamos a repetirla, para que pelear si los que lucharon en el pasado murieron en vano y algunos antes que víctimas fueron victimarios, al final todo sigue igual, y si no luchamos seguirá igual.
El internet es nuestra biblia, incluso hay quienes hacen sus oraciones en Facebook para pedir favores a dios, aunque no sabemos cuál dios, de cualquier forma hay que creer en algo, para no sentirnos tan perdidos.
Estamos conscientes que el presente no está bien y que el futuro en nuestras manos no estará mejor, el miedo de otras épocas nos ha enseñado a sobrevivir, en nuestro caso de nosotros mismos. No nos importa la suerte de nadie, estamos enfrascados en la superficialidad del consumismo, de nuestra propia comodidad, y hacer daño es la onda actual.
Por eso la negación es más fuerte, ahora es totalmente necesario vivir cegado entre el alcohol, las drogas, las fiestas, el futbol, la música y el internet; entre mostrar una imagen, cualquiera que sea, para encajar en algún grupo, para no tener que enfrentar la realidad. Todavía no entendemos que es lo que “deberíamos” ser, porque estamos atascados en un tercer mundo, donde el ideal es creer que estamos a centímetros del primer mundo, por eso hay que vestirse de marca, aunque sea de Megapaca, por eso hay comer en McDonald`s, aunque vivamos intoxicados, por eso hay que tenerle lástima a los pobres, entregarles lo que nos sobre y publicarlo en las redes sociales para que el mundo se entere que somos buenos, por eso hay que vestirse con basura al menos una vez al año para publicitar el reciclaje, aunque diariamente la tiremos por las ventanillas de los buses y carros, y no podamos recojerla porque no es nuestra responsabilidad, por eso hay que tener un smartphone de última moda, aunque no lo necesitemos y podamos perder la vida para retenerlo.
Sin embargo, la negación no puede ser permanente, la conciencia nos va pasando factura y aunque hemos dejado de creer en nosotros mismos y en la humanidad, y, en ocasiones, en verdad deseamos que el mundo se acabara el 21 de diciembre del 2012, aún guardamos una ínfima esperanza de hacer algo distinto para cambiar el mundo, para no perder el alma, para intentar ser diferentes y gritar en medio de esta libertad de expresión represiva.