¡Hola Mundo!
Don Mundo se acercó al mostrador a paso lento, con pereza, pero con una gran sonrisa, ¡Qué pasó patojo!
- Pues aquí, a comprar algo para el desayuno, y usted ¿cómo lo trata la vida?
- Por ahí anda la vieja cabrona, ¡Vida, donde andás vos!
- ¡Oy! - Sonó la sonora voz de la señora, - Aquí ando, que le andaba preparando el desayuno al viejo Mundo. Ya viste que es medio lento.
- Con tocino por favor - Replicó Mundo. -Tan chula la vida como me hace huevos. Y vos patojo, ¿qué le vas a pedir a la Vida?
- A la vida, que fuera eterna, a doña Vida un litro de leche, una libra de harina y cinco huevos.
- Ahorita va - Dijo doña Vida, a pesar de sus años era ágil y se mantenía igual de sonriente que don Mundo. - Y vos Mundo, Andá comé, al paso que caminás cuando llegués a la mesa va a estar fría la comida, aquí están tus cosas patojo, ¿se te ofrece algo más?
- Nada más, muchas gracias.
-Va, ya sabés, cualquier cosa, aquí estamos. - Se fue para adentro a desayunar con su Mundo. - ¡Viejo! ¿te lavaste las manos? ¡Mira que andás todo lleno de tierra que andabas sacudiendo temprano y te la echaste encima!
Me alejé de la tienda pensando en el par de viejos, el Mundo y la Vida, siempre juntos, siempre orbitando uno alrededor del otro. Para él, ella es el mundo; para ella, él es la vida.