Imagíname, por un instante, destruyendo la rigidez del tiempo. Sofocando al vacío. Acariciando la caída, saboreando el arrebato, la locura y el delirio.
Imagínalo por un momento. Retén ese pequeño fragmento de la realidad, añádele circunstancias, insinuaciones, risas.
No sueltes ese instante. Tómalo con tu mano, paséalo por tu inconsciencia, llévalo a tus sueños, a tus pesadillas; siémbralo, déjalo que brote, que sus raíces te abracen y cuando ya sea insoportable, cuando sientas que no puedes sostenerlo más, cuando percibas que es tan enorme que podría destruirte y que amenaza con implosionar el universo entero que te rodea: suéltalo y la destrucción que presencies será formidable, lo que nacerá tras esa caída será devastador.
En ese punto de la nada me verás otra vez recolectando los fragmentos y rogándote para que vuelvas a imaginarme, a tomarme como prisionero mientras busco entre los escombros algunos trozos incompletos de mi alma.
Quizá solo baste contemplar el cabello que dejaste tras tu partida. Ese que descubrí con un reflejo de la luz. Recordar el sabor, el aroma, la vida, la muerte y el misterio bailando en tu mirada.
Percibir las palabras de esa hebra púrpura, el susurro de ti, a través de ese ínfimo fragmento tuyo, cuya esencia acabé por tomar y que no entendí. No supe descifrar y enloquecí al verlo desvanecerse frente mis ojos.
Entonces, no me imagines; tal vez, ese sea mi propósito en esta historia: imaginar cosas que no suceden ni sucederán. Ser sin ser, estar sin estar, sentir sin sentir. Recurrir, insistir y, como un vicio, repetir. Alimentando los fragmentos de mi mente con instantes, sonrisas y delirios púrpuras.
Imagínalo por un momento. Retén ese pequeño fragmento de la realidad, añádele circunstancias, insinuaciones, risas.
No sueltes ese instante. Tómalo con tu mano, paséalo por tu inconsciencia, llévalo a tus sueños, a tus pesadillas; siémbralo, déjalo que brote, que sus raíces te abracen y cuando ya sea insoportable, cuando sientas que no puedes sostenerlo más, cuando percibas que es tan enorme que podría destruirte y que amenaza con implosionar el universo entero que te rodea: suéltalo y la destrucción que presencies será formidable, lo que nacerá tras esa caída será devastador.
En ese punto de la nada me verás otra vez recolectando los fragmentos y rogándote para que vuelvas a imaginarme, a tomarme como prisionero mientras busco entre los escombros algunos trozos incompletos de mi alma.
Quizá solo baste contemplar el cabello que dejaste tras tu partida. Ese que descubrí con un reflejo de la luz. Recordar el sabor, el aroma, la vida, la muerte y el misterio bailando en tu mirada.
Percibir las palabras de esa hebra púrpura, el susurro de ti, a través de ese ínfimo fragmento tuyo, cuya esencia acabé por tomar y que no entendí. No supe descifrar y enloquecí al verlo desvanecerse frente mis ojos.
Entonces, no me imagines; tal vez, ese sea mi propósito en esta historia: imaginar cosas que no suceden ni sucederán. Ser sin ser, estar sin estar, sentir sin sentir. Recurrir, insistir y, como un vicio, repetir. Alimentando los fragmentos de mi mente con instantes, sonrisas y delirios púrpuras.